Mariluz Avestruz tiene una magnífica cola. Por la noche para no aplastarla duerme con la cabeza enterrada y con la cola al aire libre. Una mañana, al despertar, estira el cuello y siente que su cabeza no se mueve. Mariluz patalea, dobla las rodillas, menea la cola y tira, tira, y tira… pero está atrapada.