JOSÉ ANTONIO MOLINA GÓMEZ
Historiador con “una visión literaria de la vida” es licenciado en Geografía e Historia Antigua y también en Antropología Social y Cultural por la Universidad de Murcia. En 2001 se doctoró en Historia con la tesis La cultura en la Bética romana en el siglo IV según la obra de Gregorio de Elvira dirigida por Antonino González Blanco.
Ha impartido la docencia como profesor visitante en las universidades de Eichstätt, Varsovia y Lublin
En la UMU ha desempeñado diversas tareas de gestión como la de secretario del departamento de Prehistoria, Arqueología, Historia Antigua, Historia Medieval y Ciencias y Técnicas Historiográficas o la de vicedecano de Calidad de Estudios de la Facultad de Letras. Actualmente es profesor de Historia Antigua y decano de la Facultad de Letras. Sus líneas de investigación son los sistemas políticos y élites sociales de la Antigüedad, la Arqueología tardoantigua y altomedieval del Sureste, la religión, la mitología, los procesos culturales, rituales y simbólicos y la mentalidad, la tradición y la construcción social. Ha ejercido durante dos décadas la dirección científica del yacimiento ibero, romano y visigodo de Begastri (Cehegín). En 2019 se incorporó a la dirección del Proyecto Libisosa
Ha publicado sus artículos de investigación en revistas como Cartheginensia, Hispania Sacra, Revista Murciana de Antropología, Antigüedad y Cristianismo, Medievalismo, Potestas, Alquipir, Anales de Prehistoria y Arqueología, Emerita, Latomus, Verdolay, Anales Valentinos, Cuadernos de Arte Rupestre, Tonos Digital, Estudios Orientales o Panta Rei entre otras.
Es columnista del diario La Opinión y de la revista Zenda. En La memoria de las sirenas, Premio Meteorito, recopila algunos de esos ensayos literarios ya publicados en esos medios. Otras obras suyas son El imperio huno de Atila y Los celtas.
LA HABITACIÓN SECRETA
La habitación secreta, I Premio de Nuevo Periodismo, narra un viaje maravilloso a través de la música, la poesía y el arte. José Antonio Molina nos recuerda que en un mundo marcado por la guerra el ser humano, oprimido por sus obligaciones, apenas abandona su puesto de trabajador forzado, siente una casi opiácea sensación de euforia y felicidad que dilata sus pupilas de siervo y por unas horas el esclavo se convierte, por arte de encantamiento, en señor del jardín de las delicias, hasta que la hora señalada devuelve a las cosas su forma de calabaza. Ese ser liberado disfruta del delicado tañido del laúd en la habitación secreta de una dama y se entrega, si es refinado y prefiere las alegrías del espíritu, a los acordes suaves, a las canciones melodiosas, a la alegría de la poesía y los estímulos del amor. Pero detrás de la belleza también se oculta lo terrible. La habitación secreta es un espacio de intimidad en el que nos encontramos cuando la música y el arte brindan la visión serena de todo aquello que cotidianamente ignoramos. Nunca somos tan frágiles como cuando contemplamos lo bello pero también aquello que es inquietante o injusto, aquello en lo que pervive el aliento misterioso de lo primordial, de las tinieblas, de lo que es informe pero palpitante bajo la corriente del tiempo. Acaso música, arte y poesía sean los únicos medios posibles para aproximarse a algo cuya imagen real nos cegaría, y que sin embargo, no podemos ignorar sin sacrificar nuestra humanidad.